Llenando bolsillos ajenos

Por Celia Carretero (Colaboración en el Olmo Rojo de diciembre de 2021)

Enciendo la televisión y las voces de los tertulianos me dejan estupefacta. Su fingida sorpresa ante el auge de los fascismos me obnubila, me hipnotiza, me bloquea. El cinismo, hipocresía y descaro con el que tratan estos asuntos son dignos de estudio psicológico, antropológico o parapsicológico. Horas y horas de televisión dedicadas al fomento del odio entre iguales, a la crispación, a la defensa del retroceso en derechos fundamentales, como el derecho a la huelga, a la manifestación, a jornadas laborales y salarios dignos… Dicen estar sorprendidos porque ahora los únicos que se atreven a llenar las calles son los fascistas, sin pudor ni vergüenza alguna, pese a que solo promueven ideas catalogadas, en su mayoría, como delitos de odio. Hoy ya podemos decir alto y claro que hemos retrocedido en derechos básicos y que la libertad de expresión se limita solo a los de un bando.

Intento entender qué lleva a la ciudadanía a pensar que alguien que solo defiende los intereses de una minoría, muy minoritaria; que tiene ideas propias de la Edad Media; que fomenta el enfrentamiento y promulga el clasismo, el racismo, el machismo, la xenofobia y todas esas cuestiones que en una sociedad avanzada deberían de estar superada, va a velar por ellos. No lo entiendo, sin embargo, no me extraña.

No me extraña porque la desarticulación política lleva fraguándose décadas en el Mundo, en Europa y, muy especialmente, en España y el COVID solo ha venido a poner la guinda que les faltaba a su pastel con el aislamiento y la falta de comunicación que la situación sanitaria ha provocado. Ahora solo están recogiendo los frutos. Resulta chistoso que el trabajador haya llegado a la conclusión que el malo es el que defiende que le suban el sueldo y no el empresario; que el que le quita el trabajo es el inmigrante y no el que le despide; que es el pobre quien le roba y no la entidad bancaria que le cobra comisiones por todo…  Todo esto se lo tenemos que agradecer a los partidos de derechas y de “centro”, a aquellos que interpretan “popular”, “socialista” y “obrero”, como las palabras clave para que el pueblo los apoye y les dé el impulso que necesitan para ascender a los cielos de los puestos directivos, comisiones indecentes y corruptelas varias. Ellos, los voceros del sistema, que nos aprietan, pero no nos ahogan, para que sigamos alimentando sus egos y sus bolsillos.

Lo poco o lo mucho que se está logrando en esta legislatura, no lo olviden, es gracias a la coalición. Recuerden que hace mucho que nos vendieron privatizando servicios públicos (como las hidroeléctricas), dando prioridad a la sanidad y la educación privada, permitiendo una temporalidad laboral aberrante y unos sueldos infrahumanos gracias a dos reformas laborales (PP y PSOE) y que, todo esto, por primera vez en décadas, se está intentando cambiar. Faltan apoyos  y falta poder. Hay que luchar contra unos gigantes que no han tenido problemas en salir y amenazar públicamente, como han hecho las hidroeléctricas. No lo olviden en sus en sus debates diarios, en sus proclamas o acciones, en las elecciones nacionales, regionales o locales, quién está del lado del trabajador que madruga cada día para sobrevivir. Es el momento de volver a la comunicación, a la calle y a la lucha, porque ellos están avanzando y ganando terreno y a veces me pregunto, si no les estamos dejando.

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