Los vestidos de mi madre

En este blog hacen falta más entradas sobre costura para hacer justicia a su título y para homenajear a las mujeres a las que dediqué el nombre. Sus manos, sus ojos, sus puntadas, su arte, todo ha supuesto el telón de fondo de una infancia tan feliz como indescriptible. Hoy, un vídeo que me envía una amiga, de Irene Vallejo, me ha recordado todos aquellos dulces momentos.

Esta sabia escritora ha encontrado el hilo que une la costura con la literatura y lanza como hipótesis la posibilidad de que las mujeres fueran las primeras narradoras, mientras tejían, de ahí podría nacer la relación entre el mundo de los textos y los textiles. Reconoce, en su intervención, el papel de estas mujeres como maestras, narradoras y enseñantes. No sé si Vallejo está en lo cierto con el resto de mujeres, pero sí que reconozco ese nudo en la historia de mi propio hogar. De hecho, desde que lo vi me pregunto si mi vocación por aprender, enseñar y escribir no estará estrechamente relacionada con el hecho de ser hija y nieta de modistas.

IMG_0117En el primer post de “vivir entre costuras” dije que la banda sonora de mi vida era la de unas tijeras chocando en la mesa cuando mi abuela o mi madre cortaban los vestidos, era cierto. Ahora, también puedo añadir que las conversaciones, todas sentadas en el salón de mi abuela, mientras ella y mi madre debatían sobre cómo montar una manga, el largo de una falda o qué botones serían más adecuados, era la letra de aquella banda sonora o, si lo prefieren, los latidos del corazón de nuestro hogar. Miles de horas compartidas gracias a esa tarea que, otros pueden considerar que por desarrollarse dentro del hogar es menos importante, pero en la que yo he visto el arte materializado.

 

Poder crear de la nada es un privilegio que no todos tienen (sobre todo en una sociedad tan alienada). Escoger tejidos, corte, echar los primeros pespuntes, pruebas, coser a máquina, retoques,  más y más pruebas y, por fin, ver finalizada la prenda. Única e irrepetible, con el valor que tiene todo lo que está hecho de forma artesanal, con tiempo, mimo, esmero y dedicación. Gracias a la costura, crecimos observando cómo compartir con tu madre y aprender de ella era lo más importante en la vida, un ejemplo que nunca podremos olvidar y si algún día el tiempo intenta borrar alguna de sus enseñanzas, solo tendremos que abrir el armario para poder sumergirnos, de nuevo, en ellas.

Los vestidos de mi madre, y de mi abuela, son para nosotras auténticas piezas de colección. No hay dos iguales, no solo por su diseño, sino porque sabemos el interés y dedicación que volcaron en cada uno de ellos. Con orgullo los hemos portado en cada acontecimiento importante: graduaciones, bodas, presentaciones… Esperamos seguir luciendo sus creaciones, porque no hay manos como las de mi madre, ni maestra como mi abuela.

Os dejo una pequeñísima selección de los vestidos que ha confeccionado mi madre en los últimos años, para mi hermana y para mí. Son muchos más y habrá más post, tanto de sus vestidos como los que realizó mi abuela. Porque ellas se merecen todo y porque, además, a través de cada puntada podremos observar, también, un pequeño fragmento de la historia de la moda.

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